Jacint Verdaguer
El insigne poeta catalán Jacint Verdaguer vio la luz el 17 de mayo de 1845 en el pueblo de Folgueroles, situado en la Plana de Vic, Catalunya.
Aun habiendo nacido en el seno de una familia humilde de campesinos, cursó estudios en el Seminario de Vic debido a su inteligencia, ya que, aparte de un encendido fervor religioso, desde temprana edad reveló grandes dotes intelectuales al improvisar composiciones de aire popular e inspirarse en las leyendas y canciones catalanas para escribir sobre ellas.
A los 15 años despuntó en Verdaguer la vocación literaria –siendo estimulado en ella, dentro del seminario, por otro vate, Jaume Collell-, que habría de colocarle en vanguardia de los poetas de su época, ya que más adelante entraría con fuerza en el movimiento de la Renaixença, codeándose con personajes de la talla de Manel Mila i Fontanals, trabando relación, además, en 1868, con Federico Mistral.
Su capacidad poética le hizo participar en varias ocasiones en Els Jocs Florals de Barcelona, en los que fue premiado.
Fue ordenado sacerdote en 1870, y nombrado coadjutor de la parroquia de Vinyoles d’Orís en Tarragona, pero una inesperada anemia cerebral –otros afirman que fue tuberculosis pulmonar-, hizo que por prescripción facultativa, le fuese aconsejado el mar como cambio de aires saludable, lo que motivó que entrase al servicio de la Compañía Trasatlántica de Antonio López, marqués de Comillas, en calidad de capellán durante 1875 y 1876, y a finales de este último año, ocupó el mismo cargo de capellán pero en el palacio del marqués, siendo honrado a poco con la distinción de Limosnero de la casa de Comillas.
Mientras duró su labor en los barcos, y en uno viaje realizado a La Habana, fue cuando escribió su obra inmortal, el poema épico L’Atlàntida, que tiempo después obtendría el premio de la Diputación de Barcelona en Els Jocs Florals.
Ya en tierra, diez años más tarde, concibe su monumental Canigó, epopeya dedicada a las raíces de los catalanes, mezcla de leyendas mitológicas y cristianismo, constante remarcable, por otra parte, en su obra más representativa.
Con la familia del marqués de Comillas realiza en 1886 un viaje a Tierra Santa que cambia profundamente su vida espiritual -del que surgirá, entre otras obras poéticas, Dietari d’un pelegrí a Terra Santa-, y que le conduce posteriormente a practicar mucho más la caridad, en su calidad de limosnero de la casa de Comillas, y a meterse en terrenos no bien vistos por la Iglesia, tales como exorcismos y prácticas espiritistas, lo cual le valen ásperas acusaciones que se difunden a través de los periódicos.
A raíz de estos acontecimientos, Verdaguer cae en desgracia y pierde la protección del marqués con todo lo que ello significa, amén de poner en su contra a las jerarquías eclesiásticas.
En vista el escándalo, el obispo de Vic le llama a la obediencia ordenándole recluirse en el santuario de La Gleva, del cual Verdaguer sale por decisión propia y marcha a Barcelona.
Jacint Verdaguer intenta defenderse y las cosas se complican más todavía, ya que por causa de una serie de artículos salidos en la prensa, concretamente El Noticiero Universal, entre 1895 y 1897, en los que arremete violentamente contra el obispo de Vic y el marqués de Comillas, titulados En defensa propia -aparte del volumen Flors del Calvari grito conmovedor de auto defensa-, es suspendido a divinis, pena que se levanta en 1898 debido a las intercesiones a su favor, apoyadas por la opinión pública.
Entre su ingente obra cabe destacar que sendos poemas suyos se convertirían más tarde en la canción L’Emigrant y el canto dedicado a la Virgen El Virolai.
Jacint Verdaguer falleció el 10 de junio de 1902 en Vallvidrera, donde residía en una casa llamada Vila Joana; por aquellas fechas era beneficiario de la Iglesia de Belén en Barcelona.
El entierro del gran poeta, fue una sentida demostración de afecto y duelo del pueblo hacia un autor, cuyos poemas han sido básicos para la literatura catalana moderna.
© 2002 Estrella Cardona Gamio
